Aunque los orígenes más antiguos deben buscarse en el corazón de Africa Ecuatorial (lo que justificaría la ausencia casi total de pelo), han sido los chinos quienes durante siglos cuidaron la cría de este singular perro. En lo relativo a la historia más reciente, se debe a los criadores ingleses su difusión en algunos países europeos y en América, aunque es preciso decir también con franqueza que este perro no encuentra, fuera de Inglaterra, verdaderos apasionados. Esto se debe seguramente no sólo a las dificultades que presenta su cría, la cual exige cuidados particulares, especialmente para protegerlo del frío, sino también a su piel, casi viscosa y untuosa al tacto y que con frecuencia despide malos olores.